Ayer era día de lluvia

Ayer cuando salí de trabajar, en lugar de ir a comer directamente a casa, me pasé por el Centro Comercial de Príncipe Pío. Necesitaba comprar mis básicos de invierno: braguitas, calcetines, unas zapatillas (de Hello Kitty) y dos chales (funcionan fenomenal: bufanda y chal al mismo tiempo), uno blanco y con brillos y el otro verde oliva.
Luego, como hacía mal tiempo, compré unos yogures de limón para hacer magdalenas, me fui a casa y me puse en faena. Hice unas magdalenas rellenas de chocolate (sirope) que creo que no me quedaron nada mal.

No me quedaron bien porque se me olvió ponerles levadura, así que en vez de madgalenas podemos decir que me quedaron sobaos pasiegos redondos.

Pero lo importante fue el hecho en sí. A mí no me gustan demasiado esos dulces, pero me relaja muchísimo cocinarlos, me siento hogareña cuando lo hago. Es un placer individual que sólo me apetece hacer de pascuas a ramos, pero cuando lo hago es como una explosión de felicidad, no sé explicarlo sin que parezca una ridiculez, la verdad.

Hay días que son así. De repente las pequeñas cosas son las que uno más disfruta.