Sobre las urgencias hospitalarias.

Anteayer, por circunstancias, tuve que ir a Urgencias. Temía tener un papiloma en la garganta cuando al final resultó ser una dulce y molesta faringitis (maldito aire acondicionado).

Bueno, lo primero que era mi primera visita a urgencias y me fui al hospital que mejor me pillaba para volver a mi casa en bus, que en este caso era el Clínico (que está en la plaza de Cristo Rey). Nada más llegar empezaron a ponerme pegas en recepción porque el que me corresponde es el de la Princesa, que qué hacía allí. Le dije que normalmente no tenía urgencias y que había ido al que más cerca había encontrado. Luego se quejó: mi tarjeta sanitaria está cadudaca: esa es otra historia, porque si no la renuevo en 20 días me cobran la mier** de atención que me dieron ayer (durante 6 placenteras horas).

Luego entré al área de clasificación, donde 2 enfermeros (o médicos) con aires de superioridad se dedican a clasificar a la gente según sus dolencias y gravedad. Lo primero que me dijeron es que este no es tu hospital, por qué vienes aquí. Es horroroso que en urgencias te reciban con esas payasadas... o sea, son urgencias, qué coño importa todo lo demás.

Cuando ya me clasificaron me hicieron esperar un par de horas (quizá tres), a que me llamaran a una pequeña sala con una médico delgadica y larguirucha con más mala leche que un barril caducado. Tenía toda la pinta de ser MIR y, de nuevo, con muy mal genio me criticó que fuera al hospital que no me correspondía (a todo esto yo callada, no fuera a ser que dijera algo y me mandaran a casa sin mirarme el otorrino, que era mi objetivo. El rol de Preysler se me da bien: sonrisa y chimpún). Esta fue más allá, empezó a decirme que las urgencias eran para urgencias, que a ver si aprendíamos a discernir lo que eran urgencias y lo que no, que lo mío era de centro de salud. Yo callada, esperaba mi objetivo y bajaba a todos sus muertos del cielo familiar para darle coscorrones en la cabeza. Es que me repatea tanto la prepotencia porque sí.

Odio esa prepotencia de los médicos, cuando saben que tienen el control, cuando creen que eres un simple garrulillo manejable que no va a entender ningún término médico que usen. Son gente contaminada a la que no merece la pena responder: el poder psicológico (porque realmente no son más que empleados, como el resto de los mortales) les ha corrompido. Mejor apartarlos del resto de la fruta, no vaya a ser contagioso.

Finalmente, la pequeña MIR maleducada me mandó al Otorrino (si yo fuera médico querría ser otorrino: ORL, qué bien suena, será que me han salvado la vida en varias ocasiones, como cuando de pequeña me metía cosas en la nariz). El otorrino resultó ser una persona maravillosa, tranquilizante y super claro explicando lo que tenía. Me dejó tan aliviada que recuperé mi fe en los médicos. Parece que con los años y los estudios, esa prepotencia inicial se va calmando y se comportan como profesionales que deben ser...

Sin embargo, no dejo de calificar mi visita a las Urgencias como un desastre. Para una vez que las necesito me tratan como a un guiñapo... ¡¡¡oiga, que yo también pago impuestos!!!

Ilustración de Tomas Garcia and his dog