La semana santa.

Son cosas de la vida. Cuando uno decide que lo suyo es el periodismo (lo digo con la boca pequeña, que mi trabajo no es ni mucho menos el punto más alto al que se puede llegar en esta profesión), tiene que aprender a vivir sin fines de semana y festivos.

A mí me importa poco (o nada) la semana santa, así que tener vacaciones o no ahora... no es importante para mí. Por eso acabé trabajando viernes, sábado y domingo santo. Y tan tranquila, oye... total, si no estoy trabajando tengo que organizar una casa que está patas arriba, con un gato que no ayuda y empela (de dejar pelos) todo. En fin, que tiempo para decir "me voy a tirar al sofá a ver la tele" poco, y ganas menos.

Ahora que lo pienso, cuando uno más cosas hace, más cosas puede hacer, ¿os habéis dado cuenta?. Es como cuanto uno más duerme más sueño tiene durante el día...

En los últimos días he tenido tiempo para salir con Arthur al Secreto y decidir montar una revista trendy (una vez más) por Internet (JFK ya se ha bajado mil tutoriales de CSS y Dreamweaver), ir con mis tíos, mi primo casadero y su bride a cenar al Pinksushiman tras una tarde en su casa hablando de Ana Obregón, Manolo Blahnik, Prada y Sybilla para novias, también limpié las ventanas de la cocina y el tendedero de mi casa nueva (ufff kh7, te amo), tuve tiempo para cocinar románticamente (¿a los hombres se los gana por el estómago?) y poner lavadoras a tutiplén, ir a Ikea y Leroy a comprar las últimas cosas (por ahora) para la casa... bla bla bla... está bien, está bien... es como si no hubiera tenido tiempo libre durante esta semana...

será mi penitencia por no ser creyente.